Niebla Rosa
Una niebla rosa
se extendía rápidamente
por todas partes.
Voces mezcladas
de alerta y curiosidad
igual.
¿Qué era aquella niebla?
¿Por qué era rosada?
¿De dónde provenía?
Ya había pasado cierto tiempo
sin que algo más extraño sucediese,
salvo el no ver bien a cierta distancia.
La niebla parecía no afectar nada,
pero detuvo todo.
Y todavía sin respuestas.
Con las horas se hizo más densa
y casi aprehensible con la puesta del sol.
Una niebla de reproches y profetas.
A la noche rosa se sumó
una de luz.
Artificial y humana.
Era todo un andar a tientas.
A unos el cuerpo los venció.
A otros el miedo les trajo la vigilia.
A los niños del cansancio el llanto abandonó.
Al alba una luz rosa.
Ya una noche había pasado,
otra vez, sin las respuestas prometidas.
En otros lugares
se temía su llegada.
Era Casandra y profecia.
Y en un par de días
ya la vida se había transformado
en una gran rosa con espinas.
La niebla era suave.
Densa.
Incípida.
El tejido humano ya no lo era,
porque el cuerpo no entiende de esperas.
Esa era ya otra nueva niebla.
Con cada alba rosa
la vida oscurecía.
Y esa niebla inédita, sorda.
Nadie la entendía.
Francisco el Viejo